Festival de Osheaga
Ayer fuimos al primer día de conciertos del muy famoso -por acá- festival de Osheaga, que cada año se lleva a cabo en el parque Jean- Drapeau de Montreal.
Más específicamente, el parque se encuentra en la Île Notre-Dame, en la cual también está la biósfera, el casino, el parque de la ronda y, sobre todo, uno de los lugares de donde mejor se puede apreciar la vista del centro de Montreal del otro lado del San Lorenzo.
Para no cambiar la costumbre, ninguno de los asistentes a excepción de su servidora, bailaron y/o brincotearon en los conciertos.(Bueno, algunos entusiastas menearon la cabeza mientras tocó Feist, y con Damien Rice muchos cantaron. Con los Smashing Pumkins, hubo varias manitas que se agitaron en el aire). Finalmente, considero que tanta parsimonia es incluso conveniente, si se piensa que no hubo empujones, había niñitos rockers de menos de 5 años de edad que gozaron tan tranquilos, y, a diferencia de las dos ediciones del Vive Latino en las que estuve en la Ciudad de México, en ningún momento temí por mi integridad física o emocional.
El clima estuvo fenomenal, la organización impecable, y estuvimos por allá desde las 2 de la tarde hasta las 12 de la noche. Entre concierto y concierto, paseamos un poco por el parque, y tomé muchas fotos con mi chafísima celular (pronto, muy prontooo, Lainita tendrá en sus pezuñitas la cámara profesional que ha soñado tener desde hace un muy buen rato). Esta es una que tomé en el atardecer. Los edificios del fondo son del centro financiero de la ciudad.
Ok, admito que no los edificios ni se distinguen, ¿Pero, qué tal el atardecer?
Aquí, la clásica foto turística junto a un escenario. El de rojo es el h.h. Enano, amigo que ya teníamos en la Ciudad de México y que por una feliz coincidencia, también se encuentra probando suerte acá en las tierras canadienses.
y por último, una probadita del hermoso cielo que tuvimos el día de ayer, visto a través de la escultura intitulada "el hombre", imagen obligatoria del parque Jean-Drapeau:
Hoy domingo 9 de septiembre, el festival continúa. Esta ciudad maravillosa es, efectivamente, la ciudad de los festivales. Y menos mal, porque después de haber vivido en la siempre en movimiento Ciudad de México, echaría de menos la oferta de cosas por hacer. Pero aquí en la excitante Montreal, lo que me falta es tiempo.
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