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Nombre: Carola
Ubicación: Montreal, Canada

When my father passed away, it was as if all the colors disappeared, and my life suddenly became a dark, hollow spot. Then many months later on a cold, gray winter morning day I jumped in an earlier bus in Ave du Parc. The bus driver was singing out loud, coming up with new, impromptu songs as we passed by streets and intersections, and passengers just started to smile and rejoice. I smiled, too. And that’s when I realized that sometimes we all just need to jump in a singing bus. Life is full of free, amazing little moments and in Le bus qui chante I try to share all those little miracles that sometimes just appear in my days.

domingo, octubre 14, 2007

¿Qué prisa tienen los canadienses?

Uno de los días en que mi madre estuvo de visita, me estuvo esperando afuera de mi trabajo para ir a comer algo al centro. Cuando nos vimos, me hizo notar que todo el mundo parecía tener mucha prisa por salir corriendo de la oficina y dirigirse hacia algún lugar: La gente salía a un ritmo constante a través de las puertas giratorias. Algunos hasta corrían. Ora rumbo al metro, ora para formarse en la fila del camión; lo cierto es que nadie se tomaba un poco de tiempo y pachorra para detenerse ni un momento, a no ser en las esquinas en lo que el semáforo cambiaba de color.

Esa misma noche, hice tremendo coraje cuando el camión nos dejó por un minuto.
-Tranquila, hija, en veinte minutos podemos tomar el siguiente!
-Es que son veinte minutos!! A esta hora ya podríamos estar en camino
-Sí, bueno, pero ¿Qué prisa tienes?

En efecto, no tenía ninguna razón para estar tan apurada. Lo cierto es que ya se me estaba pegando la angustia eterna que parece tener todo el mundo por acá en cuanto al tiempo se refiere.
Para empezar, el sistema de transporte público es terriblemente exacto e insensible. Nadie quiere perder un camión y quedarse después cuarenta minutos en medio de la nada, esperando una conexión. O perder la última oportunidad de irse en el metrobús que hace 15 minutos, para tener que tomar el bus regular que hará el mismo recorrido en una hora exacta. He aquí la razón por la cual cada escalera eléctrica se divide en la fila de los que no avanzan y la fila de los que suben corriendo las escaleras. Y cuando de casualidad algún despistado está en la fila de los que avanzan y no lo hace, inmediatamente se nota un absoluto y generalizado malestar entre quienes esperaban salir del metro 12 segundos antes de lo normal.
Por otro lado, los horarios son increíblemente estrictos, tanto en las tiendas como en las oficinas. A las cinco y un minuto los malls cerrarán sus puertas, sin importar que haya filas de gente esperando para comprar. Los oficinistas que llegaron a las 8 en punto, se encuentran rumbo al elevador a las 4 en punto también. A las cuatro y cuarto, los pasillos lucirán desiertos a excepción del personal que comienza a hacer la limpieza.
Y aunque aquí se trabaja en general menos horas que las que se laboran en México, cada minuto se exprime de tal manera que, al menos yo, termino mucho más cansada. El time is money a todo lo que da.

Ahora estoy tratando de evitar que se me pegue tanta angustia por el trayecto del segundero. Me formo en la fila de los que avanzan al ritmo de la escalera. Evito sentirme traicionada si las puertitas del metro se cierran en mis narices. Y para nada comienzo a correr hacia la esquina solamente porque el semáforo se puso en verde, especialmente si me encuentro como a unos 200 metros de tal esquina. Y conste que muchos por aquí lo intentan. (Cuando llegan ya se puso el rojo, y terminan deprimidos)
Y para detenerme más y gozar mejor de los detalles, he aquí que por fin tengo en mis manitas mi cámara soñada.

Anexo una fotito que tomó Mario en la mañana, de esas que en la vida habría podido tomar con mi celular. (Sí, salió obscura pero captamos la ramita!!)