De cómo sobreviví el plan de mi bici para asesinarme
Ayer, tras la clase de yoga, me trepé tan inocente en mi super bicicleta roja con campanita y parrilla para chunches incluida. Y ahí me tienen pedaleando cuesta abajo, tan ingenua, pensando en lo bien que le ha hecho la yoga a mi espalda tras los achaques provocados por mi último accidente de tránsito.
Mario iba delante de mí, escuchando su ipod a todo lo que daba. De pronto y sin decir agua va, mi tapetito yogui tuvo a bien atorarse en la llanta de adelante. La llanta se frenó en seco. Yo me seguí cual superman. Volé unos segunditos que ni me supieron. Aterrizé de cara en el asfalto. La bici dio acrobático giro en el aire, y aterrizó directo en mi lomito.
Mientras me quitaba la bici de encima y me arrastraba hacia la banqueta, dos carros ya se habían detenido y sus tripulantes hacían preguntas acerca de mi salud. A lo lejos pude ver la espalada de Mario, que se alejaba tan contenta y a ritmo de metallica.
Tras recuperarme del susto (tuve que comerme una tortilla, pero no me quitó mucho lo asustada, dado que era de harina y no la clásica de maíz), me di cuenta de que corrí mejor suerte que mi ingrata bicicletita… hacía tanto frío y yo traía puestas tantas capas de ropa, que sorprendentemente la cosa no pasó de unos pants y guantes rotos, muchos moretones y un dolor de espalda que ha dado al traste con mis avances terapéuticos.
Así que va una fotito in memoriam, hasta el siguiente verano y hasta que te arregle el mecánico, gacha…
Mario iba delante de mí, escuchando su ipod a todo lo que daba. De pronto y sin decir agua va, mi tapetito yogui tuvo a bien atorarse en la llanta de adelante. La llanta se frenó en seco. Yo me seguí cual superman. Volé unos segunditos que ni me supieron. Aterrizé de cara en el asfalto. La bici dio acrobático giro en el aire, y aterrizó directo en mi lomito.
Mientras me quitaba la bici de encima y me arrastraba hacia la banqueta, dos carros ya se habían detenido y sus tripulantes hacían preguntas acerca de mi salud. A lo lejos pude ver la espalada de Mario, que se alejaba tan contenta y a ritmo de metallica.
Tras recuperarme del susto (tuve que comerme una tortilla, pero no me quitó mucho lo asustada, dado que era de harina y no la clásica de maíz), me di cuenta de que corrí mejor suerte que mi ingrata bicicletita… hacía tanto frío y yo traía puestas tantas capas de ropa, que sorprendentemente la cosa no pasó de unos pants y guantes rotos, muchos moretones y un dolor de espalda que ha dado al traste con mis avances terapéuticos.
Así que va una fotito in memoriam, hasta el siguiente verano y hasta que te arregle el mecánico, gacha…
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