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Nombre: Carola
Ubicación: Montreal, Canada

When my father passed away, it was as if all the colors disappeared, and my life suddenly became a dark, hollow spot. Then many months later on a cold, gray winter morning day I jumped in an earlier bus in Ave du Parc. The bus driver was singing out loud, coming up with new, impromptu songs as we passed by streets and intersections, and passengers just started to smile and rejoice. I smiled, too. And that’s when I realized that sometimes we all just need to jump in a singing bus. Life is full of free, amazing little moments and in Le bus qui chante I try to share all those little miracles that sometimes just appear in my days.

sábado, diciembre 01, 2007

La maestra Lolita

Este miércoles, mientras tomaba mi café y leía las noticias online, me topé con la increíble y triste historia…. de la alumna de una telesecundaria mexica, que fue amordazada y atada a su banca por las órdenes de una señora que irónicamente ostenta el mote de “maestra”.

Leer esta noticia me hizo recordar aquellos tiempos en que iba yo a una primaria pública, la José María Morelos y Pavón. En el tercer grado me tocó con la maestra Lolita, una torturadora de primer nivel a la que, si hubieran habido teléfonos celulares en esa época,en una de esas y también le habrían echado “todo el peso de la ley”, como a la maestra michoacana que a penas se ha de estar dando cuenta en qué borlote se encuentra metida.

La maestra Lolita, en fin, era una señora medio rechoncha y tirana que se la pasaba su día organizando tandas con las demás maestras, dictándonos lecturas interminables y echando mano de todo su repertorio de amenazas para que aprendiéramos las tablas de multiplicar.

Como en buena escuela pública mexicana, los alumnos estábamos diligentemente condicionados a competir para hacerle favores a la mentada mentora. Ir al salón del segundo “B” a llevar un correo acerca de la tanda de la semana era considerado un privilegio, como lo era también sacudir el borrador, por ejemplo.

En ocasiones, la rechoncha Lolita se aburría un poco y decía: “a ver niños, ¿quién quiere ir a sacudir el borrador?” y todos los changuitos, ya se sabe, “¡yooo, yooo!” “Muy bien fulano, pasa al frente”. Y acto seguido, le sacudía el borrador en la cabeza.
O, si escuchaba un murmullo y no acertaba muy bien a adivinar quién era el platicón, aventaba su llaverote (que según me acuerdo, era bastante kitsch) en la dirección que más o menos calculaba, esperando que le abriera la cabeza al irreverente. A veces, claro, el que acababa descalabrado era el pazguato más inocente, pero menos veloz para esquivar el llavero mortífero de la Lolita ninja.
Yo, que hablaba mucho en clase y ya desde entonces me apodaban la perica, me pasaba los recreos con los labios pegados por cinta canela, y vigilada por algún barbero cuya misión era vigilar que no me quitara la cinta para darle una mordidita a mi sangüis. Luego, a la hora de la salida, me la arrancaba de un tirón y llegaba a mi casa con bigotes de pegamento y una marca roja alrededor de la boca. (interrogada después por mi mamá, Lolita lo negaría todo.)

El tiempo pasó, los alumnitos pasamos al cuarto grado, y al parecer sobrevivimos sin demasiados traumas.. o a lo mejor quedamos más traumados de lo que creímos, si no, ¿cómo es que todavía me acuerdo de la maestra Lolita? Espero que se haya caído en una coladera, que la hayan hecho mensa en una de las tandas o ya de perdida, que le haya caído tremenda roca en la cabeza.